Ya son varios los intentos que la compañía Central Romana viene haciendo desde hace varios años para garantizar su azúcar bajo el sello de calidad de Bonsucro. Tal como viene escrito es su portal de internet es una de las metas hacia la cual quiere llegar cuanto antes de modo que sus ventas aumenten: “Igualmente la empresa informó que tiene los pasos avanzados para también certificar sus operaciones bajo el estándar BONSUCRO, una organización mundial sin fines de lucro que promueve la producción azucarera sostenible y su impacto socio-ambiental”.
Es normal que el Central Romana quiera mostrar una hermosa imagen ante los consumidores y que éstos compren, sin saber, un azúcar manchado de sudor amargo que se extrae de caña sembrada en tierra de sangre inocente que clama justicia.
En la misma explicación de la petición del Central Romana a esta prestigiosa institución, cuya sede está en Londres, “mata el gallo en la funda” en buena expresión dominicana. ¿Cómo esta compañía se atreve a pedir certificación de su azúcar cuando realmente su producción no es sostenible de acuerdo al reglamento de Bonsucro y atenta contra varios de los Objetivos de Desarrollo Sustentable fijados por la ONU a cumplir antes del 2030.
Es necesario recordar todos los atropellos a la dignidad de las personas que el Central Romana viene haciendo desde que opera en la región oriental de la isla y más concretamente los crueles desalojos perpetrados por cientos de guarda campestres la madrugada del 26 de enero de 2016 en la ciudad de Santa Cruz de El Seibo en un camino de uso público.
Hoy día, después que el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra condenara el hecho y, a pesar que el Ministerio Público de la Procuraduría General de la República dictara archivo definitivo por no encontrar materia de sanción sin embargo, la Corte federal de Florida ha iniciado los procedimientos legales buscando justicia y compensación de Central Romana Corporation Ltd. y su compañía matriz, Fanjul Corporation.
El dinero no lo puede todo y, en este caso, Bonsucro ha tenido en cuenta las múltiples denuncias de mancillación a la dignidad hacia una empresa que goza de total impunidad ante la justicia para deliberar sobre su petición de certificación de calidad.
Bonsucro es una institución creíble que goza de una autoridad mundial. Sólo admite la petición de membresía y garantiza la producción de calidad a aquellas empresas que cumplen con las más básicas reglas y normas de funcionamiento que se resumen en el respeto al medio ambiente y a la dignidad humana, realidades que no sólo están lejos de cumplirse por el Central Romana sino que ésta es modelo de conculcación de los Derechos Humanos y de destrucción de la naturaleza.
A diferencia de los demás, el estándar de producción Bonsucro no establece ni evalúa prácticas de gestión (ej. prácticas agrícolas), sino que determina objetivos comprobables que deben cumplir los ingenios y sus proveedores de caña de azúcar.
Bonsucro aborda problemáticas claves de sostenibilidad específicamente relacionadas al sector de la caña de azúcar tales como la ausencia de estrategias agrícolas y de técnicas de molienda, las condiciones de trabajo precarias, el incumplimiento de las leyes locales, el trabajo infantil y forzoso, la transformación de suelos con gran biodiversidad para la producción de caña de azúcar, el escaso rendimiento de la cosecha, la contaminación por fuga de fertilizantes, la falta de integración con las comunidades locales, los efectos adversos por el suministro de agua, las problemáticas con el derecho de tierra y las fallas de los gobiernos en cuanto al cumplimiento de sus leyes o acuerdos internacionales.
Si el Central Romana quiere garantizar un azúcar de calidad debiera antes restaurar la dignidad conculcada a tantas familias que siguen sufriendo los desalojos de sus casas y la usurpación de la tierra que les vio nacer. También es justo y necesario seguir denunciando la esclavitud a que somete a sus braceros entre los que se encuentran menores de edad y la deforestación brutal que realiza junto a químicos abrasivos prohibidos por la OMS y la ONU.