El 21 de diciembre de 1511 fue pronunciado el resonante Sermón de Adviento por fray Antonio de Montesinos, en nombre de la comunidad de sacerdotes dominicos localizados en la isla la «Española».
Este fue el primer grito de protesta y de cuestionamiento contra los altos personeros del imperio español establecidos en la isla, los cuales impusieron estructuras socio-económicas excluyentes, opresivas y explotadoras, como el sistema de las «encomiendas», que junto a otros terribles maltratos terminaron diezmando la población original del territorio invadido.
«¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios?».
Esta interrogante contenida en el sermón, y expuesta frente a los más notables de la sociedad colonial, expresa una concepción sobre la repartición de indígenas, así como un cuestionamiento al derecho que se autoasignaron los invasores de colonizar.
La dignidad del discurso de adviento, su dimensión internacional por cuanto reivindica un atributo inalienable de los seres humanos, lo hace una prenda inestimable del derecho y del pensamiento universal.
Lustros después de este discurso, fray Bartolomé de las Casas recoge las crueldades de los conquistadores contra los aborígenes de la «Española» y de otras latitudes del continente. De las Casas describe las atrocidades de los conquistadores y atestigua:
«Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas. Y porque toda la gente que lograba huir se encerraba en los montes y subía a las sierras huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano…» («Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias»).
Aunque han transcurrido más de quinientos años del Sermón de Adviento, este se mantiene como un faro que ilumina y orienta, como una pieza oratoria válida y vigente.
Se mantiene vigente como guía del pueblo sufrido, dominicano y latinoamericano, como estímulo y afirmación en la lucha de los campesinos encadenados en demanda de que se solucione el problema de contaminación que afecta a comunidades aledañas a las instalaciones de la empresa minera Barrick Gold, en Cotuí, perdura como incentivo de lucha de los pobladores de la pacífica provincia de El Seibo que se paralizan para que se les ponga atención a sus necesidades; en fin, como estímulo en la lucha de los trabajadores para lograr salarios justos y en la lucha de dominicanos y dominicanas para combatir la corrupción y la impunidad.